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INGRÁVIDO: MEMORIAS TURÍSTICAS

Puto blanco

Puto blanco

Debería haber empezado por aquí, por el concepto PB, pero me gustaban los trenes, y quería hablar de algo simbólico, crear mi paloma mugrienta que recogiera la rama de olivo en la ciénaga neuronal. Y así he hablado de trenes, de trenes que odio y amo. Y eso que he cruzado Pakistán y Marruecos en tren, que he compartido vida y lamento, pero habrá tiempo, tenemos que encontrar tiempo. Definiremos el chute asiático, y el aliento del desierto, veremos la masturbación inaúdita, y las vidas reencontradas y perdidas. Habrá...

Basura blanca, white trash, sería el buen título para una novela diario de turismos con dosis de política, apreciación personal, mucha bilis, y un asco declarado ante la literatura de viajes que nos dice que el mundo es hermoso, puro, un festín para el aventurero blanco con corazón negro. Mierda y más mierda. Después del colonialismo queda pocas cosas puras en el mundito, y menos aún tras la globalización.

Mi amigo Carlito, que ahora está en la ONU, me lo dijo una vez, y aquí estoy, sin olvidarlo: en África tú eres el negro. Y en Japón, el japonés. En los países dónde no habitan los PB tú eres el extraño, el diferente, el observado y juzgado. Es la condición humana. Por eso el racismo es el provincianismo abrupto, el cuchillo del gañán.

En estos países te das cuenta que tú eres basura blanca, un dólar con patas, un hijo de los pecados nunca confesados, nunca expíados. No encuentro una definición mejor: P.B en vez de Occidental. Tampoco hay que buscarle una interpretación moral al asunto: allá cada cual con su pecado y su tribu. ¿Occidentales? ¡Occipitales! coño. Hasta nueva cuña, me defino y os defino, como P.B. Espero que la RAE se de prisa en confeccionar nuevos términos, antes de que me acusen de traidor a la raza, y otras basuras semejantes.

Trenes IV

Trenes IV

Estoy en Japón, en el segundo tren que me reconcilió con los trenes de mi memoria. El shinkansen o tren bala. Cómodo, funcional, veloz, futuro. Observo las areas metropolitanas eternas. De Osaka a Tokio, 4 horas a más de 300 kilometros en hora, y todo poblado, todo construido, todo tomado, metastasis humana, cáncer, corrupción. Pero el tren es la bala de nuestro tiempo, y dejan fumar en algún vagón. Sale uno cada diez minutos. El mundo interconectado por balas. 36 millones habitan el área metropolitana de Tokio: pero todo es orden, todo es rápido, todo quiere ser perfecto. Limpio. Aspético, sino fuera por el admirado barroquismo asiático que humaniza a los pulpos, y deshumaniza a los humanos. Cruzo a la velocidad del viento de este Japón que ha despertado de un letargo tradicional. ¿Soy un hombre que sueña que viaja en un shinkansen o un shinkansen que sueña que le viaja un hombre...? En el futuro, nuestro futuro, tampoco hay respuestas. Y las geishas siguen sin dejarse tocar.

Trenes III

Trenes III

Pero hubo trenes que infectaron mis amigdalas con ciertas bacterias que aspiraban en desarrollarse en palabras. Y entonces tosía y tosía, y las bacterias brotaban para florecer en cosas que pretendían ser hermosas, y que después, acabaron siendo esto (un blog, una deyección alcóholica, la exaltación infantil sobre los usos y abusos de la civilización...). Es síntoma y enfermedad. Fermentación gramatical.

Dos trenes. Trenes en sus antípodas.

El primero lo visité al cruzar la frontera Bulgara con Serbia. Es conocido en los manuales turísticos. Incluso he leído recetas que lo describían como romántico. Romántico. Cómo si fuera el último espasmo de Lady di en el túnel del Alma. Cómo si fuera una caja de bombones ambulante. El grito de palomita de todo macho hispánico. El Balcán Expres, el tren de los Balcanes, merece, sin lugar a dudas, apelativos: sucio, mágico, intemporal, mítico, perverso, taciturno, lunático: pero ¿romántico? Me exalto, no importa. Quizás sí sea romántico. ¡Etiquetas! Quizás sea yo otro romántico. Que me besen el glande entonces: una imagen romántica, llegados a la frontera, rodeado de gorilas serbios que gritan "¡passport!", y desmontan aleatoriamente el vagón en busca de contrabando, y, entonces, una linda gitana que me besa y besa, y yo gimo, simplemente: "Español". El guión para una peli porno que jamás será rodada. Eso es puro romanticismo; el resto, propaganda.

El balcan express cruza desde Venecia a Sofia, desembarcando finalmente en Istanbul. Construido en madera, al modo antiguo. Cruzando oscuros mitos de hombres lobo en la luna nueva de la postguerra. Negros avetos, y cumbres nevadas. Lánguidos compañeros de viaje, siluetas imperfectas en la construcción de fango. Pintorescos gitanos que toman un vagón anclándose en él con amplios bigotes, negándose a pagar al revisor la cuenta debida. Todos fumando. Fumar es soñar. Tome un camel señora, tal vez le guste. Y destripando la tierra sin palabras ni trazos, cabalgando y dormitando sobre vigas metálicas. La vía como símbolo de expiación, viaje a ninguna parte, sin expectación, sin esperanza, el viaje, puro, la nada.

Trenes II

Trenes II

Cuando afirmo que no me gustan los trenes hablo de mi experiencia en el AVE, o en esa elegía que titularon TALGO. Por suerte, ya no tildo de fascistas a los fascistas de Renfe cuando no encuentro un billete. Pero persiste mi fobia. El tren es el espasmo de las articulaciones que no pueden estar quietas. Denuncio la violación sistemática de vagones, y el desgarro de puertas automáticas, por parte de algunos (muchos) viajeros. Violando sueños, y paisajes repetitivos. Mancillando lecturas, y la esperanza ingenua de tranquilidad. Es la fobia a las conversaciones telefónicas, cuyo objetivo es evitar el diálogo interior; a los que me hacen partícipe de los números y porcentajes, órdenes y contraórdenes, saliva muerta antes de que el reloj esclavo marque el soul de las nueve. ¡Es una plaga! ¡Nokia proveerá! Resulta angustioso pensar en el tren. Incluso en el coche, o en bici, hasta en parapente. 

En el autobús, en cambio, suelen viajar inmigrantes, y pobres, y tontos idealistas como yo, y todos tienen poco qué decir. Aún cuando discuten con gordas mujeres, aún cuando comen y beben y eruptan, y se descalzan, y apestan, y apoyan tímidamente en tu hombro la cabeza, prefiero el autobús. Pero el cabrón es lento, y es costoso llegar a destino en esta era de la exactitud balística. ¡Viva el tren, entonces! Es, junto al avión- su encarnizado competidor- símbolo del progreso; excepto cuando la ruta final es Auschwitz o Guantánamo. Lo confieso: ayer viajé en tren. Y mi corazón bombea bajo un mono naranja. Y me crece la barba. Y vomito suras del Corán. Nokia es tu Dios interior. A peregrinar al fiordo.

Trenes

Trenes

Prefiero empezar con trenes: puros, amables, alegoría del viaje.

El tren de mi memoria es verde, vestusto, armado por metales orgánicos. Es el cuerno de humo, el grito antropófago al toparse con un transeúnte. Una entidad mitológica, viva, que imitaba en su aullido lo ignoto de lo que entonces empezaba: esto, mi existencia. Cada día seducía a mis padres, bajo la súplica y el llanto, para que me condujeran a ese cruce de caminos en Tárrega. Hacia un sublime encuentro que, años después, un estúpido capellán (a los 10 años fui enviado al Opus Dei, y se jodieron los trenes) definiría como la mística. Quizás de ahí venga mi compulsión por viajar (toda pulsión es un mensaje, y un código de huida), y por lo tanto es génesis de la memoria turística que aquí describo.

Desde entonces, odio los trenes. No los soporto. Y admito, con la boca pequeña, que los unicornios de humeante cuerno no existen. Extinguidos por el hombre blanco. En la fosa común de indios y bisontes. No sé si echarle la culpa de esta desaparición al Opus o a mi razón errática. Importa poco, ninguno de los dos merece compasión.

Turistas, todos

ingrávido, da.

(De in-2 y grave).

1. adj. Dicho de un cuerpo: No sometido a la gravedad.

2. adj. Ligero, suelto y tenue como la gasa o la niebla.

 

turista.

(Del ingl. tourist).

1. com. Persona que hace turismo.

 

turismo.

(Del ingl. tourism).

1. m. Actividad o hecho de viajar por placer.

2. m. Conjunto de los medios conducentes a facilitar estos viajes.

3. m. Conjunto de personas que realiza este tipo de viajes.

 

viajero, ra.

1. adj. Que viaja. Apl. a pers., u. m. c. s.

2. m. y f. Persona que relata un viaje.

 

 

No hay dudas, la globalización gramatical no deja espacio. El darwinismo económico ha acabado con él. Nadie puede verter una sola lágrima; antepondríamos superstición a progreso, el caos a la luz del neón. Hoy me siento especialmente ingrávido, un turista esquivo a las leyes, un viajero en busca de una definición...