Puto blanco

Debería haber empezado por aquí, por el concepto PB, pero me gustaban los trenes, y quería hablar de algo simbólico, crear mi paloma mugrienta que recogiera la rama de olivo en la ciénaga neuronal. Y así he hablado de trenes, de trenes que odio y amo. Y eso que he cruzado Pakistán y Marruecos en tren, que he compartido vida y lamento, pero habrá tiempo, tenemos que encontrar tiempo. Definiremos el chute asiático, y el aliento del desierto, veremos la masturbación inaúdita, y las vidas reencontradas y perdidas. Habrá...
Basura blanca, white trash, sería el buen título para una novela diario de turismos con dosis de política, apreciación personal, mucha bilis, y un asco declarado ante la literatura de viajes que nos dice que el mundo es hermoso, puro, un festín para el aventurero blanco con corazón negro. Mierda y más mierda. Después del colonialismo queda pocas cosas puras en el mundito, y menos aún tras la globalización.
Mi amigo Carlito, que ahora está en la ONU, me lo dijo una vez, y aquí estoy, sin olvidarlo: en África tú eres el negro. Y en Japón, el japonés. En los países dónde no habitan los PB tú eres el extraño, el diferente, el observado y juzgado. Es la condición humana. Por eso el racismo es el provincianismo abrupto, el cuchillo del gañán.
En estos países te das cuenta que tú eres basura blanca, un dólar con patas, un hijo de los pecados nunca confesados, nunca expíados. No encuentro una definición mejor: P.B en vez de Occidental. Tampoco hay que buscarle una interpretación moral al asunto: allá cada cual con su pecado y su tribu. ¿Occidentales? ¡Occipitales! coño. Hasta nueva cuña, me defino y os defino, como P.B. Espero que la RAE se de prisa en confeccionar nuevos términos, antes de que me acusen de traidor a la raza, y otras basuras semejantes.